Para comprender mejor el proceso del llanto hay que comprender la tristeza.La tristeza tiene una función comunicativa, informa a los demás de que necesitamos ayuda. Y por supuesto, las lágrimas hacen esto aún más evidente, dan más fuerza al mensaje no verbal. Algunos experimentos revelan que la mayoría de personas ofrecerían más ayuda a las personas que lloran que a las que no lloran.
Además, otros estudios han demostrado que la percepción subjetiva de tristeza en una cara es mayor si está llorando (aunque se trate de la misma imagen).
En realidad no existe un único tipo de lágrimas. Por un lado tendríamos el lagrimeo basal, que sería la lágrima que produce el ojo de los mamíferos para mantenerse limpio y lubricado. También existe el lagrimeo reflejo, que se produce para proteger el ojo de agentes irritantes (ya sea que nos entre polvo, humo, que estemos pelando una cebolla…)
Normalmente las lágrimas reflejas tienen más contenido acuoso, algo que nos ayudará a eliminar la fuente de irritación del ojo.
En cambio, las lágrimas que producimos cuando estamos tristes tienen una composición química distinta a las que se producen para lubricar el ojo.
Contienen mayores cantidades de prolactina (hormona relacionada con el placer y deseo sexual, entre otros), ACTH (hormona relacionada con el estrés) y leu-encefalina (una endorfina que reduce el dolor y puede mejorar el humor).
Precisamente estas sustancias suelen estar relacionadas con el estrés, por lo que algunos científicos relacionan su liberación con la sensación de bienestar que se produce después del llanto.
A veces también podemos llorar al ver que una persona cercana está llorando. Se cree que esto se produce gracias a las neuronas espejo, grupos de neuronas que nos permiten reproducir el comportamiento del otro y según algunos autores también nos permiten sentir empatía y ponernos en la piel de los demás.
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